Biografía de Mariano José de Larra, romántico y crítico

Mariano Jose de Larra

Enorme crítico social y político de su época, Mariano José de Larra está considerado como uno de los más insignes escritores románticos y críticos sociales que ha dado nuestra literatura, a la misma altura de Espronceda o Bécquer.

Nació en Madrid a principios del siglo XIX, el 24 de marzo del año 1809, años complicados marcados por los continuos conflictos sociales y la tensión bélica surgida a raíz de la Guerra de la Independencia española y el enfrentamiento con los franceses. Precisamente esta tensión política sería la que cambiaría su futuro cuando con tan solo 4 años hubo de abandonar España camino de Burdeos primero, y de París después, tras ser expulsadas las tropas napoleónicas. Su padre, Mariano de Larra y Langelot era considerado afrancesado y trabajaba como cirujano militar a las ordenes del depuesto rey José Bonaparte, por lo que ante la presión popular hubo de marcharse del país.

Solo cinco años estuvo en el exilio después de que el rey Fernando VII decretara una amnistía, en el año 1818, a todos aquellos que un día hubieron de abandonar España con motivos de la guerra. Precisamente y gracias a su experiencia, el padre entró a trabajar como médico de la Corte lo que le valió moverse en aquellos años en círculos altos de la sociedad.

También Larra, quizás siguiendo la tradición familiar, comenzó a estudiar Medicina en Madrid, pero, tras trasladarse a Valladolid en el año 1824 abandonó estos estudios para comenzar los de Derecho en la Universidad de esta ciudad. Fue en esta ciudad donde acaeció un hecho, no confirmado, pero que corrió en boca de muchos, cuando Mariano José de Larra se enamoró de una mujer bastante mayor que él que resultó ser la amante de su padre, de lo que se enteró posteriormente. De regreso a Madrid, en 1825, comenzó nuevos estudios de Física y Griego en los Estudios de San Isidro.

Su carácter se iba forjando a base de desencuentros, primero por su exilio en Francia, y luego por este amorío que tan mal acabó para él. Comenzó a trabajar en las oficinas de la «Inspección los Voluntarios Realistas» pero para ello fue obligado a ingresar en el cuerpo, en contra de sus propias ideas. Fue poco después, no obstante, en 1828, cuando sus escritos comenzaron a hacerse conocidos por su humor satírico, por su agria crítica a la sociedad y las costumbres españolas. Aquellos folletos mensuales se publicaron bajo el nombre de «El duende satírico del día«, los firmaba con el seudónimo de «El Duende» y se componían de cinco cuadernos.

De carácter inquieto e inconformista, comenzó a reunirse con otra serie de mentes jóvenes brillantes e igualmente disconformes con la sociedad en la que vivían en cafés y tertulias, particularmente la que bautizaron con el nombre de «El Parnasillo«, pero sus cada vez más agudas críticas no hacían sino granjearle potenciales enemigos. Tal fue el caso de José María de Carnerero, director de otra publicación, «El Correo Literario y Mercantil», contra quien había cargado tintas. Éste, despechado lo denunció a las autoridades y consiguió que le cerraran ambas publicaciones.

Su vida no acababa de centrarse, y en unos años convulsos para él, se casó con Josefa Wetoret en el año 1829, matrimonio que tampoco resultó con mejor suerte, pues se separó al cabo de poco tiempo no sin antes haber engendrado tres hijos.

Dedicado a traducir piezas francesas y a escribir algunas obras teatrales, en 1832 volvió a lo que mejor sabía hacer, la crítica social. Comenzó a publicar su revista «El Pobrecito Hablador» donde firmaba con el seudónimo de Juan Pérez de Munguía y donde volcaba todas sus ansias progresistas y liberales, toda su confianza en una España cambiada. Pero poco duró aquella revista que también cerró en el año 1833. Sin embargo, para aquel entonces ya escribía en otras revistas como en «La Revista Española«, de orientación liberal, donde firmaba como «Fígaro» y en donde varios de sus artículos tuvieron un profundo calado, como «En este país«, «Vuelva usted mañana» o «El castellano viejo«.

Antes de viajar a Lisboa en 1835 tuvo tiempo de publicar una novel de corte histórico, «El doncel de Don Enrique el Doliente» en el que su protagonista  era el mismo personaje protagonista de «Macías«, novela que un año antes le había sido censurada, e incluso de cambiar de revista nuevamente, pasando a formar parte de la plantilla de «El Observador«.

De la capital portuguesa marchó a Londres, y de ahí a París, lugar de reunión de grandes autores de talla internacional a los que conoció personalmente como Victor Hugo o Alejandro Dumas.

Mientras en España la situación social, económica y política, no parecía augurar un buen futuro, la disconformidad y el desaliento del autor iba en aumento, situación a la que no había favorecido su nueva separación, esta vez de su amante Dolores Arrijo, quien lo había abandonado en 1834.

El 13 de febrero de 1837, y ante la insistencia de él, Dolores Arrijo, junto con su cuñada, lo visitaron en Madrid, adonde había regresado nuevamente un año antes, para comunicarle su negativa a seguirse viendo. Serían las últimas en verlo con vida pues poco después se suicidó, con solo 27 años, de un tiro en la sien.

Su por entonces profunda depresión quedó patente en su último artículo, «El día de difuntos«.

Sus restos se encuentran, después de varios traslados, en el Panteón de Hombres Ilustres de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.

Quede para el recuerdo la curiosa aparición de un joven poeta desconocido que, mientras el ataúd de Larra era introducido en su original localización, aquel mes de febrero de 1837, declinó un poema escrito por él que dejó sorprendidos a quienes allí asistieron. Aquel poeta tenía por nombre José Zorrilla, el inmortal escritor del «Don Juan Tenorio«.

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