Frederic Chopin, compositor y pianista polaco
Fréderic Chopin, una de las figuras más destacadas de la música clásica, nació en Zelazowa Wola (Polonia) en 1810. La aportación que Chopin hizo al mundo del piano es incuestionable, porque se dedicó a explorar un estilo poético, de un lirismo exquisito y con una sutileza sin parangón.
Chopin era hijo de un maestro francés emigrado en Polonia. Puede decirse que fue un niño prodigio puesto que, desde los seis años, frecuentaba los salones aristocráticos donde su talento a nadie dejaba indiferente. Ya por entonces empieza a componer sus primeras piezas.
Las enseñanzas de Woj Ciech Zywny y Josef Einer le proporcionaron una sólida base teórica a un joven que a los 19 años comenzaría su carrera como solista con una serie de conciertos en Viena.
En 1830 se vio obligado a emigrar a Francia debido al fracaso de la rebelión polaca. Allí no tardaría en darse a conocer como solista y compositor. Pronto se convirtió en uno de los músicos más codiciados por los salones parisinos. Allí compartió vivencias con otros grandes de la época como Berlioz, Rossini o Bellini y también fue donde en 1836 conoció a uno de los grandes amores de su vida: George Sand. Fue una relación que no cuajó por incompatibilidad de caracteres.
En 1847 Chopin enfermó gravemente de tuberculosis. Un año más tarde realizó, con gran éxito, una gira de conciertos por Inglaterra y Escocia, y en 1849 fallecía en París pero no sin antes haber dejado un gran legado para la posteridad.
Prácticamente toda la obra de Chopin fue concebida para aquel instrumento que él tanto amaba, el piano, con el que cosechó un más que merecido éxito y se labró un nombre que todavía hoy lo convierte en un renombrado compositor. En sus piezas puede apreciarse una clara influencia de Mozart y Beethoven, y un poco de Bach. Este perfeccionamiento técnico, unido a una excepcional formación teórica y, sobre todo, gracias a un talento encomiable, hicieron de este niño prodigio un inmortal de la Historia de la Música.