Wallis Simpson, reina sin corona

Wallis Simpson

Se dice que es una de las mujeres más odiadas del siglo XX, al menos, para los británicos, quienes la culpan de todos los males que envuelven a su monarquía. Hablar de la vida de Wallis Simpson es hablar de un cuento de hadas, de un affair que fue, para muchos, el idilio del siglo XXI.

En el mismo momento en que el rey Eduardo VIII renunció al trono de uno de los mayores imperios de la historia, comenzaba su leyenda. Norteamericana y divorciada, no era precisamente el prototipo de princesa que buscaba la estricta casa real británica… pero  sí era la reina de la prensa rosa, que la persiguió incansablemente hasta el fin de sus días.

Bessie Wallis Warfield nació el 18 de junio de 1895 en un modesto refugio de Pensilvania. Antes de que tuviese uso de razón, su padre murió de tifus y ella y su madre fueron acogidas por su abuela, influyente dama de la sociedad norteamericana de la época. Así, vivieron en una gran mansión hasta que el tío de Wallis se enamoró de su madre y ésta decidió marchar con su hija a un hotel.

En 1908, madre e hija se mudaron a un espacioso apartamento donde la viuda arrendaba habitaciones a estudiantes, algo denigrante para la anticuada moral de Baltimore. Ese mismo año, y a pesar de los intentos de boicot de una ya rebelde Wallis, su madre se casaba con John Freeman Rasin, un hombre de escaso atractivo pero gran corazón.

A pesar de que, como ella misma reconocería más adelante, gozó de una infancia muy feliz, con frecuencia tenía que defenderse de los antiguos ataques de sus compañeras de colegio por ser hija de una mujer que hospedaba a jóvenes desconocidos en su casa. Fue una adolescente altiva y orgullosa que, consciente de su atractivo, destacaba por su atrevida forma de vestir (atuendo que le confeccionaba su propia madre).

En 1911, Wallis ingresó en la prestigiosa escuela se señoritas Oldfields School, donde todas las jóvenes soñaban con ser princesas y pegaban en sus paredes retratos del atractivo Príncipe de Gales. El destino de la muchacha cambió en 1915, cuando su prima Corinne la invitó a su mansión de Florida. Allí fue donde conoció a su primer esposo, Earl Winfield Spencer, oficial de la Marina. Su flamante marido resultó ser un alcohólico y lo que parecía en principio una hermosa historia de amor fue, en realidad, un auténtico calvario: además de adicto a la bebida, el marido de Wallis era un maltratador. Cuatro años después de su boda, Wallis abandonó a su marido y buscó refugio en casa de su madre.

Se mudó a Washington, donde se le relacionó con hombres de alta alcurnia: embajadores, altos mandatarios príncipes… ninguno parecía resistirse a los encantos de la muchacha. Durante este tiempo, recibía cartas de amor de su ex esposo, quien logró convencerla para hacer borrón y cuenta nueva y mudarse a China. Según el biógrafo oficial de la que había de ser duquesa de Windsor, Wallis había sido formada por el servicio de inteligencia para ejercer como espía. China estaba por entonces inmersa en una cruenta y sanguinolenta guerra civil. En esta etapa de su vida, se la vincula con el tráfico de drogas y la prostitución. Abandonada por su marido, en 1925 regresaba a su país natal.

Alocada, elocuente y divertida, Wallis fue asidua de todas las fiestas de Washington. En una de estas fiestas conoció a su segundo marido, Ernest Simpson, con quien se trasladó a Londres, donde él dirigía un negocio familiar. Al lado de Ernest, Wallis disfrutaba de una privilegiada posición económica y de lujos con los que jamás había llegado a soñar. Con el paso de los años, se convirtió en una de las grandes anfitrionas londinenses, y se hizo famosa por organizar las más divertidas y, a la par, elegantes fiestas de la ciudad.

En 1930, el matrimonio acudió a una caza del zorro, a la que también había sido invitado el Príncipe de Gales a quien la señora Simpson le impresionó gratamente desde el primer encuentro. Aunque coincidieron en varios actos sociales, no fue hasta 1931, en una recepción celebrada en el palacio de Buckingham, cuando se prendió la llama de una de las relaciones más controvertidas de los últimos tiempos, relación sólo conocida en principio por unos pocos amigos de la pareja.

En 1935 fallecía el rey Jorge V y Enrique accedía al trono. Wallis contempló su coronación desde uno de los elegantes balcones de palacio. El gobierno y la monarquía británicos iniciaron una investigación donde sacaron a relucir sus trapos sucios: la tacharon de espía, traficante de drogas, prostituta… Así, aunque la señora Simpson nunca pensase en casarse con el príncipe (sólo quería disfrutar de su compañía y su dinero), poco tiempo después, el recién estrenado rey abdicaba en su hermano, en adelante Jorge VI, y ella se convertía en la mujer más buscada por informadores y periodistas.

La pareja contrajo matrimonio en 1937 y recibieron el título de Condes de Windsor. Su relación se vio obligada a un exilio forzoso. Entre el lujo y la polémica, permanecieron juntos hasta 1972, cuando Eduardo fallecía a causa de un tumor de garganta. Wallis Simpson vivió durante 14 años prácticamente recluida en su residencia de Bois de Boulogne donde murió, senil y consumida, el 24 de abril de 1986. Así, con 90 años, se despedía del mundo esta reina sin corona.

Enrique (cuya admiración por el fascismo alemán no pasaba desapercibida) no era del agrado del primer ministro, Stanley Baldwin.

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