Maurits Cornelis Escher, el dibujante imposible

Los matemáticos los admiran profundamente. Y no es para menos. Sus obras son un verdadero desafío para la lógica formal. No respetan perspectivas, unen planos imposibles, plantean mundos imaginarios. El artista holandés M.C. Escher es una de las grandes figuras del dibujo del siglo XX. Sus obras todavía generan impacto y disparan reflexiones profundas.

Nació en Leeuwarden, Países Bajos, 17 de junio de 1898. Tuvo una infancia bastante normal. Su gran problema siempre fue el estudio. No era buen alumno, no le interesaba aprender nada. Lo único que quería hacer era dibujar. En 1919, presionado por su padre, ingresó en la Escuela de Arquitectura y Artes decorativas de Haarlem, pero duró apenas unos meses. El artista gráfico Jessurum de Mesquitas le ofreció trabajo en su taller, y el joven Escher no dudó un instante en abandonar la academia para dedicarse a crear.

En muy poco tiempo se destacó en la técnica de grabado sobre madera. Era un verdadero maestro, tanto por las composiciones como por el dominio del recurso.

En 1922 se trasladó a Italia, donde intentó hacer circular algunas obras propias, casi todas de temática paisajística. La atmósfera política lo agobió al punto que en 1935 se estableció en Suiza, pero tampoco se sintió a gusto. En un posterior viaje a La Alhambra, España, comenzó a gestar la obra que más tarde lo haría famoso. Copió la forma de los ornamentos y se detuvo a analizar en detalle los giros de la arquitectura árabe.

En 1941 se mudó a Baarn, Países Bajos, ciudad de muy mal clima. Allí dejó de lado definitivamente los paisajes. Estaba obligado a quedarse adentro, lo cual lo empujó a pensar, a crear sin inspiración de la naturaleza. Aparecieron entonces los motivos imposibles que lo catapultaron como un artista de renombre.

De ahí en adelante, todo fue hacer dinero en base a las copias. Sus grabados y litografías se vendían muy bien, siempre por encargo y por abultados montos. Su vida personal alcanzó un pico económico notable. También hizo portadas de libros y alguna que otra escultura en madera o marfil.

Su carrera se mantuvo en plena producción hasta 1962, año en que hubo que internarlo de urgencia. Recién en 1964 pudo volver a crear con relativa frecuencia, pero la situación ya no iba a ser la misma. En 1970 decidió trasladarse a la Casa Rosa Spier de Laren, al norte de Holanda, famosa porque los artistas podía acceder a un taller propio.

Dos años después, el 27 de marzo, falleció de un cáncer terminal. Días antes, destruyó algunas de sus planchas para que no se realicen más reproducciones de originales.

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