Roger Bacon, un científico sagaz
Los obstáculos que tuvieron que sortear los hombres de ciencia en el medioevo no son simples cuentos; pronunciar una palabra fuera del dogma les significaba morir en la horca, o decapitados por un hacha, o incinerados en la hoguera. Había que tener coraje, y estar firmemente convencido, para enfrentarse al poder religioso y político. Al científico inglés Roger Bacon (1214 – 1294), creador de los lentes con aumento, no le tembló el pulso.
Bacon nació en Ilchester, condado de Sommerset. Reaalizó sus primeros estudios en la Universidad de Oxford de joven, y al poco tiempo se trasladó a París, donde se doctoró en teología y estudió en profundidad el griego, el latín y el árabe para leer textos antiguos en su idioma original.
En paralelo, profundizó sus conocimientos en ciencia naturales, matemática, astronomía, física y química. Era tan notable su esfuerzo intelectual que sus colegas lo apodaron Doctor admirable.
Los problemas llegaron de la mano de sus descubrimientos: Bacon, luego de realizar experiencias con agua y fundición de vidrios, descubrió la capacidad que tienen los cristales cónicos y convexos para ayudar a las personas con defectos en la vista. Enunció también la teoría que dio origen al telescopio y advirtió los errores que arrastraba el calendario Juliano en relación con el año solar. La admiración que le tenían se convirtió el odio, primero lo señalaron como hechicero y después hicieron correr la voz que había cincelado un busto de bronce que vaticinaba el futuro.
Los rumores llegaron hasta la iglesia, inmediatamente bajó la sentencia: si llegaba a publicar sus descubrimientos iba a ser apresado y alimentado con pan y agua. Afortunadamente, Bacon, que era integrante de la orden de los franciscanos, gozaba de la protección de Papa Clemente IV. Cuando falleció la situación tomó un tinte oscuro, Nicolás III tomó el cargo y lo condenó a prisión, convencido de que había hecho un pacto con el diablo por inventar “artículos que están por fuera de la inteligencia del hombre”.
Rogelio Bacon fue encerrado, dicen los cronistas, en un calabozo durante quince años. Lo liberaron cuando ya era muy mayor y las enfermedades le habían atacado todo el cuerpo. Apenas logró llegar a Inglaterra, donde falleció a los pocos días.
Foto vía: Leinad-Z