Tomas de Torquemada, Inquisidor General de España
Primer Gran Inquisidor de España, Tomás de Torquemada nació en Valladolid en 1420, y murió en Ávila, el 16 de septiembre de 1498. Sobrino del célebre teólogo y cardenal Juan de Torquemada, ingresó a temprana edad en el convento de los dominicos en Valladolid, siendo nombrado posteriormente prior del Monasterio de Santa Cruz, en Segovia, cargo que ocupó durante veintidós años. La Infanta Isabel lo eligió como su confesor, mientras se encontraba en Segovia, y cuando ella ascendió al trono de Castilla en 1474 se convirtió en uno de sus consejeros de mayor confianza e influyentes.
Por recomendación de Isabel fue nombrado Inquisidor General en 1483. La Inquisición fue establecida por los Reyes de España en el marco de un conflicto bélico con los moros, a quienes finalmente derrotaron en Granada, en 1492. Los motivos de la Inquisición pueden hallarse en el temor y desconfianza generados por los judíos y moros conversos, cuya lealtad a la corona era sospechada.
La Inquisición no se concentraba en los judíos y moros no cristianos, sino en aquellos que proclamaban haberse convertido al catolicismo. La sinceridad de dichas personas en sus afirmaciones era cuestionada, dado que la sensación general era que la colectividad judía albergaba elementos subversivos.
La desconfianza a los judíos finalmente llevó al Decreto de la Alhambra, impulsado por Tomas de Torquemada, que resultó en la expulsión general de los judíos de España en 1492. Torquemada aparentemente habría extralimitado su poder como Gran Inquisidor, alterando el edicto original para que no solamente los judíos conversos, sino todos los judíos, fueran expulsados de España.
Los judíos ofrecieron a Fernando una enorme suma de dinero, quien consideró aceptar la oferta, pero esto no ocurrió debido a la dramática reacción de Torquemada, quien irrumpió en el palacio acusando al rey de querer vender a Cristo por dinero, tal como hiciera Judas.
La jurisdicción de la Inquisición, conforme a lo mencionado, se limitaba a los cristianos mayores de 14 años, particularmente a moros y judíos conversos, pero sospechados de practicar secretamente otras religiones. Los historiadores estiman que cerca de 2000 personas fueron quemadas por la Inquisición entre 1480 y 1530.
Los abusos de la Inquisición tornaron a Torquemada tan impopular que una guardia armada de 250 hombres de infantería y 50 de caballería velaba por su seguridad. Los abusos incluían detenciones arbitrarias, torturas, y procesos a partir de denuncias anónimas. Los moros y judíos adinerados eran frecuentemente ejecutados, y sus fortunas expropiadas. Cualquiera que se expresaba contra la Inquisición podía ser arrestado bajo cargos de herejía.
Los judíos simplemente sospechados de ser «marranos,» no sólo perdían sus bienes a manos de la Inquisición, sino que se los humillaba públicamente forzándolos a marchar a través de las calles desnudos de la cintura para abajo, mientras se los azotaba. Los «marranos» eran obligados a vivir en ghettos de condiciones sumamente pobres.
Tomas de Torquemada montó un elaborado sistema de juicios aparentemente justos, muy probablemente con el fin de llevar algo de alivio a su conciencia. En teoría, el acusado que confesaba sus pecados de herejía podía marcharse sin consecuencias mayores, si se retractaba y besaba la cruz. Pero en realidad, esto era algo imposible, pues el acusado, en cierta etapa del juicio, era amordazado, con lo cual jamás lograba confesar.
La culpabilidad del acusado se determinaba por el testimonio de ciudadanos anónimos señalados como intachables. Se administraba la tortura para forzar la confesión. Una persona acusada que rehusaba confesar finalmente era entregada a las autoridades civiles para su ejecución, la cual se realizaba en la hoguera. Aquellos que confesaban recibían una muerte veloz con leños secos y estacionados, en tanto, aquellos que no lo hacían, eran quemados con leños verdes, lo que prolongaba la agonía. Los más afortunados eran asesinados con golpes de garrote.
Tomas de Torquemada siempre fue un hombre intensamente religioso, que dedicó devotamente su vida a la fe. La contradicción entre su piedad religiosa y el cruel asesinato de unas 2000 personas sólo puede ser explicada por el patrón moral religioso, en el cual la máxima expresión de moralidad es el servicio a Dios.