Ludwig van Beethoven, el compositor sordo
Muchas de las melodías que hoy deleitan nuestros oídos fueron el resultado del trabajo de grandes compositores, y entre ellos encontramos al que hoy nos ocupa, Beethoven.
Ludwig van Beethoven, nació en la ciudad alemana de Bonn en 1770. Desde pequeño su padre reconoció que el joven Ludwig poseía un don natural para la música con lo cual comenzó a enseñarle piano, órgano y clarinete. El objetivo era convertirlo en un segundo Mozart. El afán de su padre fue tal que el pequeño Beethoven no tuvo oportunidad de asistir a la escuela debido a la falta de concentración que sufría, fruto del cansancio originado por las exigencias que se le imponían.
A los nueve años de edad continua siendo instruido por el organista Christian Gottlob Neefe, el cual le introdujo en el estudio de Bach, un músico de referencia para Beethoven durante toda su vida. Tiempo después, con solo once años, accedió a la corte del príncipe elector de Colonia Maximilian Franz, por recomendación de Neefe, y las importantes amistades que allí generó perduraron hasta los últimos días de su vida.
En 1786, Ludwig realiza su primer viaje a Viena con el propósito de recibir clases de Mozart, y así lo hizo, pero repentinamente tuvo que volver a Bonn debido a una grave enfermedad que su madre sufría. Dicha enfermedad terminaría acabando con su vida en 1787. Algunos años más tarde, en 1792, tuvo una segunda oportunidad, y regresó a la capital austriaca donde en 1795 se daría a conocer por medio de un concierto en el cual tendría gran éxito.
Un año después, en 1796, Beethoven comenzó a sufrir de sordera, un acontecimiento inesperado que le quitaría su herramienta más necesaria, el sentido auditivo, pero que sorpresivamente permitiría potenciar otras capacidades.
En 1800 Beethoven vuelve a Viena en donde da un concierto y presenta su Primera Sinfonía. Durante este periodo también se dedico a enseñar clases de piano entre las jóvenes aristócratas, con algunas de las cuales, se cuenta, mantuvo romances esporádicos. Años más tarde, en 1805, el compositor alemán incrementó su actividad creadora y compuso muchas obras, entre ellas la Quinta Sinfonía, la Sinfonía Pastoral, la Obertura Coriolano y la famosa bagatela para piano Para Elisa.
Más allá del reconocimiento de sus exitosas composiciones, Beethoven comenzaría a tener problemas económicos. El príncipe Lobkowitz, quien financiaba sus trabajos, sufrió una quiebra económica y el príncipe Kinsky, otro de sus mecenas, falleció al caerse de su caballo y sus herederos decidieron no pagar las obligaciones financieras que el príncipe había contraído con el músico. En 1824, el compositor presenta la Novena Sinfonía, y la misma, que si bien logró un rotundo éxito a nivel personal, no le aportó lo esperado en términos económicos.
Los años de vida del gran maestro comenzaban a llegar a su fin. Beethoven no solo sufría de sordera sino también de problemas hepáticos. En 1826 se dirigió nuevamente a Viena, acompañado de su sobrino Karl, y durante el largo viaje debió ser atendido en una deteriorada taberna a causa de su débil estado. Una vez llegado a la capital se le extrajeron fluidos abdominales y aunque contaba con muchas acciones en el banco (ahorros destinados como herencia a su sobrino), debió pedir prestado dinero a sus amigos en Londres, los cuales acudieron rápidamente de manera incondicional.
Sin embargo, su estado continuaba siendo delicado y ocurre lo inevitable. El 26 de Marzo de 1827, uno de los más grandes compositores musicales de la historia fallece dejando todos sus bienes a su amado sobrino. Su funeral, al cual asistieron alrededor de 20.000 personas, se celebró en la Iglesia de la Santa Trinidad, y en él se interpretó el Réquiem en re menor de Wolfgang Amadeus Mozart.