Francisco de Goya, gran pintor español

Si algo ha aportado España al mundo de la cultura y de las artes son pintores. Pintores de un talento extraordinario. Velázquez, Murillo, Sorolla, Picasso, por citar unos pocos, cada cual interpretando la luz y los relieves, los colores y el espacio a su manera. En ese libro de los homenajes de la pintura española, lugar destacadísimo merece Francisco de Goya.

Francisco de Goya y Lucientes, nacido el 30 de marzo de 1746 en un pueblo cercano a la ciudad de Zaragoza, Fuendetodos, pero a partir de 1774 se instaló en Madrid, donde pinta cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara. Las pinturas de este período tratan con desenfado (no exento a veces de un elemento inaprensible que causa cierta inquietud) escenas de ambiente lúdico y recreativo.

A lo largo de la década siguiente, sin embargo, el ascenso de Goya es imparable, como se ve en los cargos que ocupa: 1786, Pintor del Rey; 1789, Pintor de Cámara; 1799, Primer Pintor de Cámara.

el Quitasol de Goya

El quitasol

En la primera parte de ese ascenso, Goya retrata a las personalidades de poder y a los grandes que ocupan la cúspide de la sociedad. Son retratos que intentan reflejar un esplendor ya de otra época (en la vecina Francia se desataba la revolución) en una nobleza imbuida de hermosa dignidad. Pero sus nuevos cargos le facilitan el contacto con la obra mágica del Bosco, acusada de herética por la Inquisición española. Casi a la par, el pintor sufre una grave enfermedad, tal vez sífilis, que le impide trabajar y a causa de la cual se queda completamente sordo.

Aislado del exterior por la sordera, Goya se encierra en sí mismo, da rienda suelta al abismo insondable de la personalidad, desata las voces interiores del espíritu y de sus fantasmas. Cuando se recupera, es otro hombre. Correlativamente, en su pintura se intensifica un nuevo arte que hasta ese momento solamente se intuía. Así, entre 1793 y 1799 surgen los Caprichos, una serie de dibujos en los que la decadencia social y la corrupción política se subliman con la materia onírica de pesadillas y tenebrosos sueños.

Sin embargo, la sordera no carcome al genio. La luz resplandece, por ejemplo, en las Majas, y se hace analítica, descriptiva, reveladora y hasta despiadada en La familia de Carlos IV, retrato de la familia real. La invasión napoleónica y la guerrilla están presentes en el ciclo de grabados sobre los Desastres de la Guerra y en cuadros tan célebres como Los fusilamientos del 3 de mayo.

fusilamientos del 3 de mayo por Goya

Los fusilamientos del 3 de mayo

En 1819 Goya ve pasar de cerca la muerte. El resultado artístico de esta segunda enfermedad serán las Pinturas Negras, hoy en el Museo del Prado. Poco después, tras el trienio liberal (1820-1823), Fernando VII reedita la ola de caza de brujas comenzada a su regreso del exilio (1814). Liberales y constitucionalistas emigran por miles.

También Goya, considerando la agitación social de España, decide marcharse. Eso sí, en Burdeos, Francia, donde vivirá desde 1824 hasta su muerte cuatro años después, el 15 de abril de 1828, el gran pintor zaragozano no dejará de pintar, ya fuese para volver al tema de los toros, ya para reiventarse en el azul gracias a uno de sus últimos cuadros: La lechera de Burdeos.

La lechera de Burdeos por Goya

La lechera de Burdeos

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