Johannes Gutenberg, creador de la imprenta

Johannes Gutenberg

Ahora que se discuten las posibilidades del libro o de la prensa en su formato clásico, y se alzan voces pesimistas considerando que la red es un fenómeno que lo devorará todo, nosotros, desde el mismo mundo virtual, vamos a rendir homenaje al hombre que revolucionó la vida de millones de personas gracias a un asombroso invento, Johannes Gutenberg. El célebre invento, claro, no es otro que la imprenta.

En realidad se apellidaba Gensfleisch y había nacido en Maguncia, Alemania, muy probablemente en el año 1397, si no en el 1398. El nombre de pila, además, indica que su madre lo debió nacer el día de San Juan, el 24 de Junio. Los biógrafos lo tienen un poco difícil con el personaje: apenas tenemos datos ciertos sobre su persona hasta más de treinta años después, cuando lo situamos en Estrasburgo.

Sí sabemos que lo rodeaba un halo de misterioso. Gutenberg tenía un carácter más bien enigmático, por no decir iluminado. Andaba enredado en ciertas artes ocultas respecto de las cuales no sabemos si en parte representan la prehistoria de su gran invento. En 1437, sin ir más lejos, abrió un negocio dedicado a la fabricación de espejos curativos, iniciando en tal arte a distinguidos burgueses de Estrasburgo.

Hacia 1444 salió de dicha ciudad tras varios pleitos en los que se puso sobre la mesa que Gutenberg, junto con otros discípulos y colaboradores, andaba metido en algo, pero ese algo nunca se supo muy bien en qué consistía. Téngase en cuenta que nuestro héroe no deja de representar uno de aquellos personajes propiamente renacentistas que sin el menor empacho llegaban a mezclar en una misma biografía los intereses más múltiples y variados, si es que no francamente contradictorios entre sí. Virtuosos ellos que sabían eludir la trampa de la especialización y la monotonía de tener que realizar el mismo tipo de trabajo a lo largo de toda una vida.

Cuatro años más tarde regresó a Maguncia donde se asocia con Johannes Fust. El fruto estaba cada día más maduro. Gutenberg fue el primero que fundió caracteres de imprenta y comenzó a imprimir libros. Hasta entonces los libros tenían que ser copiados a mano. Tambien existían los libros llamados «xilográficos», en los que se empleaban tablillas de madera talladas.

Pero nada que ver con el invento de Gutenberg, que representa el nuevo mundo de la reproducción infinita, de la copia, del simulacro. En verdad que el arte del siglo XX (Warhol) ya está implícito en Gutenberg. La obra maestra del alemán es su Biblia de 42 líneas, que finalmente lo conduciría a la quiebra. Como en tantas ocasiones, el invento dejó de pertenecer a su inventor. Gutenberg no estaba en condiciones de financiarlo, con lo que fueron otros capitalistas los que lo adoptaron.

Al final, el ilustre ‘magunciano’ tuvo que abandonar la ciudad, aunque pudo regresar posteriormente para vivir humildemente, acogido por el arzobispado. La muerte de Gutenberg, al contrario que su nacimiento, sí está documentada: 3 de febrero de 1468.

No fue despedido con honores de genio ni de gran hombre, todo lo contrario. Pero empezaba a estar claro que el mundo no iba a ser el mismo después de la imprenta. El conocimiento, los descubrimientos o las nuevas ideas se hicieron infinitamente más accesibles, difundiéndose a lo largo y ancho de la geografía, abriendo fronteras, destruyendo cerrazones. Lutero, que debe a la imprenta la rápida propación de su reforma, alabó de esta manera al invento de Gutenberg:

«La imprenta es el más alto y excelso regalo mediante el cual Dios impulsa la causa de los evangelios; es la última llamada antes de la extinción del mundo». Lo que no sabía Lutero es que todavía habían de venir la máquina de escribir, la rotativa, el microfilm, los ordenadores, internet… y sabe dios qué más.

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1 comentario

  1. luis dice:

    hey no esta bien resumida…………………………………………………………………………………………..

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