Karl Marx, años de juventud

Karl Marx

«Un fantasma se cierne sobre Europa: el fantasma del comunismo» El manifiesto comunista, Marx/Engels.

Marx. Sólo el nombre provoca instantánea admiración o rechazo. Adorado y respetado por los desposeídos de la tierra, por los que ni siquiera sabían leer y tenían que escucharlo a través de otros labios, así como vilipendiado o temido por los poderosos. Bajo su bandera se realizaron casi todas las revoluciones de aquella lejana época que fue el siglo veinte. También los crímenes del estalinismo. Pero no confundamos. Quien quiere hacerse con el poder no busca más que un simple pretexto que lo legitime. Poco importa que diga luchar por Marx, por Cristo, por Mahoma o por Espinete.

Karl Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, una pequeña y antigua ciudad alemana (en Tréveris fue decapitado otro revolucionario: Prisciliano, ajusticiado en el siglo IV por defender que Otro Cristianismo es posible). La familia de Marx era hebrea, rabínica por parte de ambos cónyuges. Su padre, jurista, se convirtió al protestantismo siendo Karl todavía niño, pudiendo así ejercer un cargo público de cierta importancia.

En Bonn comenzó a estudiar derecho, estudios que continuó en Berlín (1836). En la universidad berlinesa, dominada por la filosofía hegeliana (Hegel había muerto apenas cinco años antes), a Marx se le abre el apetito filosófico e histórico. Se aclimata pronto al estilo de vida universitario. Asiste a tertulias literarias, frecuenta las tabernas berlinesas, y escribe apasionadas cartas de amor a su prometida Jenny von Westphalen, en las que ensaya su presunta vocación de poeta.

Pero el romanticismo se le pasa pronto. Sus poemas no eran gran cosa, y él mismo ya se centra en otros asuntos. Con la entrada en la década de los cuarenta, Marx se erige como miembro destacado (bien que, digamos, un tanto outsider) de la llamada izquierda hegeliana. Con 23 años presenta su tesis doctoral y pasa a dirigir la Gaceta Renana. Ya entonces era un devorador de libros. Su cabeza, se ha dicho, era una fábrica de ideas (lo fue durante toda su vida) como demuestran los infinitos apuntes, notas, correcciones y glosas que realizaba de todas las obras que leía.

Las presiones de los funcionarios prusianos lo llevan a dejar su puesto de director en la Gaceta. Es 1843, año muy movido para Marx. Se exilia de Alemania y al fin se casa con Jenny. A finales de ese año ambos se trasladan a París. En París Marx entra en contacto con otros exiliados alemanes, como el poeta Heine. También trata con los teóricos del socialismo europeo: Proudhon, Bakunin… En París, finalmente, empieza a leer los clásicos de la economía política y, en una vertiente más práctica, se vincula al movimiento obrero organizado, haciendo suya la causa del proletariado y anotando sus primeras reflexiones sobre el comunismo.

En 1845, Marx tenía 27 años. Era un doctor en filosofía exiliado, había sido poeta apenas durante unos meses y director de un periódico alemán censurado, padre de una niña y amigo reciente de un tal F.Engels. Lo acababan de expulsar de París (presiones del gobierno prusiano) y residía en Bruselas. Había escrito varios textos que no llegaron a ver la luz. Entre ellos, el más representativo de la época, publicado solamente un siglo después: los Manuscritos económico-filosóficos (o Manuscritos de París), que inauguran el interés marxiano por cuestiones económicas.

Al mismo tiempo la situación material de la familia se iba degradando de tal manera que el santo laico de Tréveris podrá decir con sarcasmo: nunca se ha escrito tanto de dinero, poseyendo tan poco. Ironías del destino.

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