Vlad Tepes, el final del horror
Tal como les comentaba en la primera parte (Vlad Draculea: el origen de un monstruo), el verdadero Drácula era un hombre cruel, sádico y macabro que torturaba y masacraba a todo el que considerase enemigo o al que según él no merecía la pena seguir vivo, y si bien el empalamiento fue su método de tortura favorito, Vlad Dráculea usaba otras formas de asesinar y subyugar a las víctimas.
De su paso por este mundo quedan muchas anécdotas que son claras muestras de su inhumano accionar y que brindan un panorama de la época, revolucionaria, sangrienta, sádica y terrorífica. Este espectáculo del horror ayuda a entender cómo eran las relaciones sociales y políticas durante el siglo XV, por la constante disputa entre Hungría y el Imperio Otomano.
Fin de la pobreza
Una técnica que usó para eliminar la pobreza en sus territorios y acabar con los robos fue eliminando literalmente a los pobres. Organizó un festín para a todas las personas de bajos recursos y enfermas y así poder reunirlas en un solo sitio, una vez que culminaron de comer les preguntó ¿Quieren vivir sin preocupaciones y sin que les falte nada?, ante la unísona respuesta afirmativa cerró las puertas del recinto donde estaban y le prendió fuego incinerando a todos sus ocupantes. Nadie quedó con vida.
Gitanos asados
Otras de sus estrategias de conquista fue para con los gitanos, asó a sus líderes y al resto les dio la opción de comer su carne y alistarse al frente turco o seguir la misma suerte, los gitanos no dieron el brazo a torcer y fueron asados.
La copa de oro
Sus macabras acciones no tenían fin, Vlad no dudaba en acabar con todo aquél que osara contradecirle; hombres, mujeres y niños caían bajo su mano y los exterminaba en un abrir y cerrar de ojos.
El terror que generaba en la gente era inconmensurable, tanto así que cierto día se le ocurrió colocar una copa de oro en Targoviste para que todo el mundo pudiese beber de ella y el que osara robarla sería castigado, nunca nadie intentó quitarla de su sitio ni siquiera luego de su reinado.
Mensajeros clavados
Dos mensajeros de Estambul visitaron a Vlad en Targoviste y cuando estuvieron ante su presencia no se quitaron los turbantes, el empalador les preguntó a que se debía su osadía y los extranjeros respondieron que en sus tierras no se acostumbraba. De inmediato Vlad mandó a que les clavaran los sobreros en la cabeza para que nunca se los quiten.
El mercader honrado
Un comerciante acudió al príncipe para denunciar que había sido víctima de un robo, le habían sustraído 160 ducados de oro de su cesta. Vald recuperó el dinero y se lo entregó en una bolsa, exigiéndole al mercader que lo contase, cuando este se dio cuenta que había un ducado de más no dudó en decirlo por lo que fue recompensado. Dracul le advirtió que si no hubiera actuado honestamente habría terminado empalado junto con el ladrón que le robó el dinero.
La esposa holgazana
Cierto día Dracul vio que un campesino estaba muy desaliñado, con su camisa sucia y corta. De inmediato pidió ver a su esposa a la cual interrogó sobre sus quehaceres, cuando ella comentó que lavaba, cocinaba y cosía él desmintió esta afirmación señalando la camisa de su esposo, la tildó de holgazana y la mandó a empalar. Ordenó que otra mujer se casara con el campesino.
El final del demonio
Vlad Dracul dejó este mundo durante una batalla contra los turcos en Bucarest por el año 1476, no se sabe a ciencia cierta quién le dio muerte, algunos especulan que fueron los boyardos valacos y otros que sus propios soldados lo confundieron con el enemigo. De lo que sí se tienen registros es que el cuerpo de Drácula fue decapitado por los turcos y su cabeza fue trasladada a Constantinopla, donde el sultán la “empaló” como muestra de que el demonio había muerto. Sus restos descansan en Snagov una isla monasterio cerca de Bucarest.
Muchos consideran que Vlad era el demonio hecho carne, que mataba a sangre fría por puro placer y sadismo. Pero están quienes justifican sus tortuosas acciones y lo ven como un héroe nacional basándose en que Vlad III hacía lo necesario para contener las fuerzas que se disputaban Europa y Asia. Para ellos Dracul fue un hombre que actuó acorde a lo sangriento de la época, quien no dudó en hacer lo necesario para frenar a los ejércitos invasores y mantener el orden en sus dominios.