Julio Cortázar, de Rayuela hasta el final

Julio Cortázar

Seguimos conociendo la trayectoria vital de Julio Cortázar

En 1962 Cortázar hace una visita a Cuba y allí afianza su responsabilidad política con la revolución del país y su compromiso con la izquierda para la lucha por la liberación latinoamericana. Por entonces salen a la luz “Historias de cronopios y famas”, seguidamente una de sus obras más representativas genera revuelo en la sociedad “Rayuela”. Este libro impresionó a la crítica y marcó al público más joven, el cual daba sus primeros pasos en el mundo literario.

Rayuela fue una de las novelas que más influencia generó en la literatura hispanoamericana. El propio Julio la consideraba  una “contranovela”  porque buscó «ver de otra manera el contacto entre la novela y el lector», que éste deje de tener una actitud pasiva ante las palabras plasmadas en el papel y forme parte activa de la historia.

En 1965 publica un cuento creado en honor al Che llamado “Reunión”, y al año siguiente da a conocer a la sociedad su compromiso activo en la lucha de liberación latinoamericana. Dos años más tarde conoce a quien será su segundo amor, la lituana Ugné Karvelis.

Esta mujer era la antítesis de la primera esposa de Cortázar, una fémina sensual, apasionada y temperamental. Su primer encuentro fue en la Habana, en enero de 1967 donde ella le dijo al escritor: «Yo conocía tu cara de sombra. Ahora sé que también tienes una cara de sol».

Por el 71 Cortázar, en compañía de su segunda “compañera”, (nunca se casó con Ugné), asiste a la toma del poder de Salvador Allende en Chile, donde comprende que la obligación primera de todo escritor, que como él se compromete con la causa social, era el mostrar su solidaridad y apoyo en momentos como este.

En el año 1973, época previa al proceso militar, cede sus derechos de autor de la obra «El libro de Manuel» para colaborar con los presos políticos de la Argentina. Dos años más tarde viaje a México para formar parte activa de la tercera sesión de la Comisión de Investigación de los crímenes de la Junta Militar de Chile.

En el 79 su relación con Ugné Karvelis toca fondo y deciden separarse, pero en buenos términos ya que continúan siendo buenos amigos. Al poco tiempo Cortázar consolida su relación con la canadiense Carol Dunlop, su tercera mujer, que viene a unificar en carne y hueso a las dos primeras. Lamentablemente su amor sería efímero, aunque intenso, ya que en 1981 Julio, cuando consigue la nacionalidad francesa, le es diagnosticada una leucemia y sufre una hemorragia gástrica por lo cual tiene que ser hospitalizado y que según sus palabras esta afección «no lo mandó a mirar las flores del lado de las raíces de puro milagro”.

Al año siguiente ambos amantes emprenden un viaje de París a Marsella de 33 días sin dejar por un segundo “La autopista del sur”. Esta fabulosa experiencia sembró la semilla de una nueva obra que escribieron conjuntamente “Los autonautas de la cosmopista”.

Cortázar cede los derechos de autor del libro a la Revolución Nicaragüense y en el 82, después de un último viaje a este país, la cvida le da un golpe terrible… Carol Dunlop deja este mundo dejando a su amado en un  pozo depresivo insondable. Después de este fallecimiento, Aurora, la primera esposa de Cortázar, le acompaña durante toda su enfermedad de forma incondicional y le da fortalezas para seguir adelante.

Ya agobiado, lánguido y derrumbándose pero lleno de  absoluta dignidad Cortázar acude a la reunión del Comité Permanente de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América celebrado en la Habana, Cuba. En 1984 recibe por parte del poeta Ernesto Cardenal, ministro de Cultura nicaragüense, la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío y el 12 de febrero de ese mismo año exhalaba su último suspiro en París quedando pendiente su viaje a la Argentina.

El cuerpo del escritor es enterrado junto a Carol Dunlop en el cementerio de Montparnasse en París. La lápida y la escultura que se erigen en la tumba fueron diseñadas por sus grandes amigos Julio Silva y Luis Tomasello.

Todos los que vistan la última morada de Cortázar dejan una copa o un vasito de vino y una hoja de papel o un billete de metro con una rayuela dibujada en homenaje a este talentosísimo, revolucionario y comprometido escritor.

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