Antoine Lavoisier, fundador de la química moderna

Antoine Lavoisier

La vida de Antoine Lavoisier es el típico ejemplo de un apasionado por la investigación. Dedicó largos años al trabajo silencioso en su laboratorio donde realizó experimentos y desarrolló leyes científicas notables, donde asentaron todos los avances posteriores.

Nació en París el 26 de agosto de 1743. Su padre era un comerciante adinerado que se encargó de que reciba una sólida educación. Una vez que terminó los estudios básicos comenzó a trabajar en un observatorio bajo la dirección del astrónomo La Caille, y en el laboratorio de Ruelle, en el jardín botánico. Sus estudios sobre las capas de los terrenos, el análisis de los yesos, el trueno y la aurora boreal le valieron su ingreso a la Academia de las Ciencias. Allí desarrolló un sistema revolucionario para alumbrar las calles que fue reconocido con una medalla de oro.

Al poco tiempo, utilizando instrumental simple, pero que nunca había sido puesto en práctica, enunció leyes fundamentales para la química. Una de ellas demuestra que todas las transformaciones de elementos y sustancias son simplemente cambios que operan entre sí. El decía: “Nada se crea, nada se pierde”. Estos experimentos proporcionaron pruebas para la ley de la conservación de la materia. Lavoisier también investigó la composición del agua y denominó a sus componentes oxígeno e hidrógeno.

Uno de sus experimentos más importantes estuvo dedicado a la naturaleza de la combustión, demostró que se trata de un proceso en el que se produce la combinación de una sustancia con oxígeno. También reveló el papel del oxígeno en la respiración de los animales y las plantas.

Junto al químico Claude Louis Berthollet concibió en 1787 el sistema de nombres que aún es la base del sistema moderno de nomenclatura. En el Tratado elemental de química, Lavoisier definió el concepto de elemento como una sustancia simple que no se puede dividir mediante ningún método de análisis químico conocido, y elaboró una teoría de la formación de compuestos.

Aquejado por problemas económicos, se vio obligado a trabajar en el cobro de impuestos. Un anónimo, al poco tiempo, presentó una demanda en su contra donde lo acusaba de ser protagonista de una serie de negociados y de conspirar contra el nuevo orden que estaba surgiendo en Francia. Luego de esconderse dos días en el Museo de Louvre, fue arrestado a mediados de 1793.

Influyentes personajes de la escena científica movieron cielo y tierra para salvarlo, pero el presidente del tribunal de justicia fue determinante. Literalmente dijo: “La república no precisa ni científicos ni químicos, no se puede detener la acción de la justicia”. Así fue que Lavoisier murió guillotinado el 8 de mayo de 1794, a la edad de 50 años.

Foto vía: catalogue

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