René Descartes, el filósofo de la estufa

Descartes

El filósofo francés René Descartes ha ganado fama por una de sus frases célebres: “Pienso, por lo tanto existo”. También porque era un friolero incurable, pasaba día y noche sentado al lado de la estufa reflexionando. Pero poco se sabe sobre su agitada vida, primero como soldado, luego como hombre de leyes y finalmente como pensador clave para la historia moderna.

Nació en La Haye, Francia, el 31 de marzo de 1596. Ingresó a la educación formal en el colegio jesuita de La Flèche, donde recibía tratos especiales por su salud, siempre muy comprometida. Obtuvo el título de bachiller y casi de inmediato comenzó a cursar Derecho en la facultad de Poitiers. A los veintidós años se trasladó a Holanda donde realizó la carrera militar y ejerció como soldado bajo el mando de Mauricio de Nassau, y más tarde integró el ejército del duque de Baviera

En 1619 renunció a la vida militar, viajó por Dinamarca y Alemania, y en 1622 vendió todas sus posesiones para poder llevar adelante una vida con independencia económica. Finalmente se asentó en Francia, donde trabó relación con los más destacados científicos de la época. En 1628 regresó a Holanda para dedicarse exclusivamente a la investigación filosófica.

Durante los primeros años realizó bocetos de su propio sistema de interpretación del mundo, abarcaba al hombre y al cuerpo humano. Pero en 1633, cuando se enteró de la condena que había sufrido Galileo Galilei, prefirió, por miedo, retrasar la publicación. Recién en 1637 dio a conocer su primera gran obra, El discurso del método, a modo de prólogo de tres ensayos científicos. Descartes habla allí de la Duda metódica, la cual pone en tela de juicio todos los conocimientos establecidos en la búsqueda de principios sólidos para construir un saber sin fisuras.

Las conclusiones lo empujaron hacia el análisis de la conciencia, la idea de Dios y las evidencias de la razón.

En poco tiempo su sistema comenzó a expandirse entre los círculos académicos, y en paralelo comenzó a ser foco de repetidas amenazas por parte de la iglesia, la cual todavía estaba sumergida en los lineamientos de la escolástica. Por este motivo quisieron censurarlo en Holanda y Francia.

A fines de 1649, invitado por la reina Cristina de Suecia, viajó a Estocolmo. A los cinco meses, exactamente el 11 de febrero de 1950, falleció atacado por una neumonía incurable.

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