Oscar Wilde, el dandi condenado

Oscar Wilde

“Todos vivimos en el fango, pero algunos miramos las estrellas.”

Oscar Fingal O’ Flahertie Wills Wilde fue más conocido como Oscar Wilde, pues el mismo declaraba que su nombre era lo suficientemente bello para estar en boca de todos. Brilló como novelista, poeta, dramaturgo y crítico literario a finales del siglo XIX, pero su escandalosa vida lo llevó a la fama mundial luego de ser acusado de sodomía y enviado a la cárcel.

Oscar nació el 16 de octubre de 1854, en Dublín, la capital irlandesa. Creció en una familia culta y bien acomodada, en la que el arte ocupaba un lugar especial. Su madre, de nombre Jane y aficionada las letras, organizaba reuniones literarias en las que el pequeño Oscar también participaba.

Oscar wilde dejó Irlanda en 1878 y viajó a Londres, París y Estados Unidos para impartir conferencias. Su brillante creatividad lucía a cada momento. Cuando arribó a EE.UU. se encontró frente a un oficial aduanero que le preguntó: “¿Algo qué declarar?”, “Sí, mi genialidad”, respondió Oscar.

Durante su tiempo en la Universidad de Oxford, se destacó en el estudio de los clásicos y escribió poesía. Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882). Dos años después se estableció en Londres y contrajo matrimonio con una mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos: Cyril y Vyvyan. Desde entonces, se dedicó exclusivamente a la literatura.

Oscar quiso hacer de su vida un arte y de su arte una vida, escribiendo la poesía que no podía vivir y viviendo la poesía que no podía escribir, tal como él mismo declaraba. Sus comedias finas le hicieron ganar un gran prestigio en la sociedad victoriana; su irónico humor y su elocuencia lo volvieron un hombre admirado y respetado.

Sin embargo, Oscar no dejaba de criticar a la sociedad que lo halagaba. Les gustaban los lirios blancos, considerados inmolares, pues se trata de una flor con un contenido evidentemente sexual, en unos casos masculino con sus largos tallos, en otros representan por su forma el sexo femenino. Como buen artista controversial, Oscar casi siempre llevaba uno lirio blanco en el hojal de su traje. Cuenta una anécdota que durante una reunión social en su casa, una señora le remarcó los lirios blancos que adornaban una de las mesas, a lo que él le respondió que quedaban bien con su porcelana china.

En 1891 publicó su única novela El retrato de Dorian Gray, donde ya queda expresada su obsesión por la juventud y su obstinado esteticismo al decir que «lo único que vale la pena en la vida es la belleza y la satisfacción de los sentidos”. Pues sí, Oscar estaba obsesionado por la belleza y la juventud, sobre todo, si era masculina.

En los años siguientes se dedicó a escribir obras de teatro que incluso el día de hoy siguen cobran vida en versiones cinematográficas: El abanico de Lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895), La importancia de llamarse Ernesto (1895) y Salomé (1896), la cual escribió pensando en su amiga Sarah Bernhardt, la famosa actriz que luego la interpretó en su estreno en París en 1896, cuando Wilde ya estaba preso en la cárcel de Reading. Además la obra contaba con un programa diseñado por Toulouse-Lautrec.

Oscar llevaba una vida exquisita, rodeado de reconocimiento y admiración, pero al igual que las leyes de la física, las del espectáculo también indican que todo lo que sube, tiene que bajar, ¿y cómo fue su descenso?…

Descúbrelo en El escandaloso final de Oscar Wilde.

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